¿Mito o realidad? Todo lo que debes saber sobre los motores con correa húmeda (como la Ford Ranger 2.0 Diesel)
En el mundo de las camionetas modernas, una de las conversaciones que más genera dudas —y a veces mitos— es sobre los motores que utilizan correa húmeda, como el conocido motor 2.0 diésel turbo de cuatro cilindros que equipa a versiones como la Ford Ranger XL. Este tipo de sistema ha sido adoptado por varias marcas por razones técnicas y de eficiencia, pero también ha generado inquietudes por su mantenimiento y durabilidad. ¿Qué tan cierto es que requieren menos mantención? ¿Vale la pena comprar una camioneta con esta tecnología? Aquí te lo explicamos.
¿Qué es una correa húmeda?
A diferencia de una correa dentada tradicional (seca), que trabaja por fuera del motor y está protegida por una tapa plástica, la correa húmeda opera dentro del motor, sumergida en el aceite del motor mismo. Esta ubicación ayuda a mantener la correa lubricada y con una temperatura más estable, lo que, en teoría, alarga su vida útil y reduce el desgaste.
Mantenimiento y diferencias clave
Uno de los principales mitos es que las correas húmedas “no se cambian”. Falso. Sí se cambian, aunque su vida útil es mayor que la de una correa seca. En promedio, una correa húmeda debería reemplazarse entre los 150.000 a 180.000 km, dependiendo del modelo y el tipo de uso. En comparación, una correa seca tradicional suele cambiarse entre los 80.000 y 100.000 km.
Sin embargo, lo importante es entender que al estar sumergida en el aceite del motor, la calidad del lubricante que se utiliza es fundamental. Si el aceite no se cambia a tiempo, o si se usa uno no recomendado por el fabricante, puede acelerar el desgaste de la correa húmeda. Por lo tanto, un cambio de aceite fuera de plazo o con baja calidad podría terminar costando mucho más en el futuro, ya que el reemplazo de esta correa es un procedimiento más invasivo y costoso que en motores con correa externa.
Costos y precauciones
El reemplazo de una correa húmeda puede tener un costo superior al de una correa seca, ya que implica abrir parte del motor, reemplazar componentes internos y volver a sellar. En el caso de modelos como la Ford Ranger 2.0, este mantenimiento puede superar fácilmente los $600.000 - $900.000 CLP, dependiendo del taller.
Además, hay que considerar que si no se realiza este cambio a tiempo y la correa llegara a fallar, podría dañar internamente el motor, ya que esta correa controla la sincronización del árbol de levas con el cigüeñal. Una rotura puede significar incluso una reconstrucción completa del motor.
Por eso es clave tener en cuenta:
- Realizar todos los cambios de aceite con la especificación exacta que indica el fabricante (en el caso de la Ranger 2.0, SAE 0W-30 o 5W-30 con norma WSS-M2C950-A).
- No extender los intervalos de cambio. Aunque la marca diga 15.000 km, si el uso es severo (barro, carga, cerro, ciudad) es mejor reducir ese margen a 10.000 km.
- No modificar electrónicamente el motor (por ejemplo, con una repro), ya que los mapas más agresivos pueden acortar la vida de la correa si no se acompaña de una revisión del conjunto completo.
¿Vale la pena comprar un motor con correa húmeda?
Sí, pero con conocimiento. Este tipo de tecnología permite motores más compactos, silenciosos y eficientes, y muchas marcas (como Ford, PSA, VAG y otras) los están adoptando. Pero como todo en el mundo automotriz, requiere entender cómo cuidarlo.
Si eres de los que sigue el calendario de mantenciones, usas buenos aceites y revisas tu auto con regularidad, una Ranger 2.0 con correa húmeda no debería darte problemas. Pero si lo tuyo es andar siempre al límite, postergar cambios de aceite o buscar potencia sin preocuparte del conjunto mecánico, quizás un motor más tradicional con correa externa o cadena sea una mejor alternativa para ti.
En resumen: la correa húmeda no es mala, pero no es eterna. Y su mantenimiento, aunque menos frecuente, es más delicado y costoso si no se hace bien. Como en todo, la clave está en la información, la prevención y la mantención consciente.